Ya no hay chicles de menta…
…Raúl apuró el contenido de su
refresco y observó que Ana María hacía otro tanto. “El chueco” pidió una
cajetilla de cigarros y unos cerillos,
-¿No quieres otra cosa? –preguntó
Raúl a la muchacha.
-Sí –respondió ésta- unos chicles
de menta.
La viejecita que atendía al
estanquillo depositó en el mostrador cigarros, cerillos y chicles de menta.
-A mí también déme unos chicles
de menta –dijo “el chueco” con la típica voz estropajosa de quien se encuentra
sufriendo los fuertes efectos de una “cruda”.
La viejecita buscó en la pequeña
vitrina donde guardaba los dulces y luego dijo:
-Ya no hay chicles de menta.
Con rápidos movimientos, “el
chueco” se apoderó de los tres objetos colocados en el mostrador. Señalando a
Raúl con despectivo ademán, indicó a la viejecita:
-Este cuate paga todo.
Dando media vuelta “el chueco”
salió de la miscelánea. Sin detenerse a pensarlo Raúl le siguió, tomándole por
un hombro le obligó a volverse.
-Compadre –afirmó en tono
conciliador-, si quieres yo pago todo, pero dame esos chicles porque son de la
señorita.
Ana María había salido también a
la calle. Su rostro reflejaba un profundo temor.
-Por favor -exclamó suplicante-,
ya no quiero chicles, vámonos; tengo que entrar a clases…
Extracto del libro de Antonio
Velasco Piña titulado: Regina.
Lo que a continuación se narra en
este libro es la pelea entre Raúl y “el chueco”. Pelea que ocasionó una riña de
mayor magnitud entre las pandillas de la escuela de Raúl y la del “chueco”, las
cuales eran preparatorias que tenían vínculos una, con la UNAM y la otra, con
el Politécnico Nacional. Esto sucedió aparentemente el 24 de julio de 1968.
El gobierno, enterado de las
trifulcas no perdió la oportunidad para enviar a los granaderos (policía de
motín) para parar las peleas, los cuales reprimieron a los estudiantes con
gases lacrimógenos y a punta de macana resultando varios estudiantes heridos y
algunos muertos. Los estudiantes como protesta se lanzan a huelga apoyados por
otras escuelas y se forma el Comité Nacional de Huelga que presentó varias
demandas: que el cuerpo de granaderos fuera desbandado, que se destituyera a
los comandantes de la policía, se investigara y castigara a oficiales de alto
nivel causantes de la represión, que se indemnizara a las familias de los
muertos y los heridos y se derogara el artículo del Código Penal que crea el
delito de “disolución social” y por
último, que se pusiera en libertad a los presos políticos y a los estudiantes
detenidos en los disturbios.
Los granaderos tuvieron que ser
evacuados de las preparatorias no sin antes haber dejado un saldo de 32 muertos y varios
heridos. A la huelga se une el Politécnico Nacional y la UNAM así como varias escuelas
preparatorias. A finales de agosto las manifestaciones eran de proporciones
gigantescas, se podían ver de 300 000 a 600 000 personas protestando en las
calles del DF. Los juegos olímpicos estaban a punto de comenzar; llegaban
reporteros y comunicadores a nivel mundial. El gobierno estaba preocupado por
la imagen que se mostraría a
través de los medios de comunicación ya
que en ese momento a México se le
consideraba como un país en vías de desarrollo. El pueblo comenzó a unirse a la
lucha estudiantil, obreros, electricistas, amas de casa, campesinos, apoyaban
el movimiento; sin embargo, el gobierno, se las ingenió para que en el resto de
la república no se tuviera noticia de estos hechos manipulando a los medios de
comunicación. El presidente de México Lic. Gustavo Díaz Ordaz estaba preocupado
y delegó funciones en su secretario del aquel entonces Lic. Luis Echeverría
Álvarez. La UNAM fue invadida el 18 de septiembre por 10 000 soldados para clausurarla y capturar a los líderes del
movimiento, sin embargo éstos últimos, avisados por su amigos, huyeron al
enterarse de esto. Médicos y enfermeras eran arrestados por atender a los
estudiantes que salieran heridos en los enfrentamientos. Amas de casa
cooperaban con el movimiento, hirviendo agua para echársela desde arriba de las
azoteas a los soldados que vigilaban las calles, también proporcionaban
botellas y gasolina a los estudiantes para que hicieran bombas molotov. La
policía hacía mil arrestos diarios.
El 2 de Octubre
de 1968, se calcula que 10 000 personas estaban reunidas en la plaza de las 3
culturas la cual estaba rodeada de 300 tanques, vehículos blindados, jeeps y
unos 5 000 soldados y
centenares de policías.
…”A las 6:10 aparecieron en el cielo unas luces de bengala verdes. Los
helicópteros de la policía abrieron fuego. Inmediatamente, elementos de civil
del batallón Olimpia (un batallón especial de la policía, encargado de
seguridad en las olimpiadas) atacaron a los oradores del Consejo Nacional de
Huelga (CNH) que estaban en un balcón del tercer piso del edificio Chihuahua:
los golpearon y empujaron a algunos a la línea de fuego.Otros elementos de
civil del batallón Olimpia comenzaron a disparar contra los manifestantes desde
el balcón y desde el interior de la multitud. Tenían guantes blancos para que
las fuerzas de seguridad los distinguieran. (Su papel fue doble: fuera de contribuir
al pánico, al día siguiente el gobierno dijo que unos 'estudiantes
francotiradores' dispararon contra el ejército y comenzaron la masacre.) Desde
ambos lados de la plaza comenzaron a avanzar soldados con la bayoneta calada
mientras las ametralladoras batían los bordes de la muchedumbre. Oleadas
humanas corrían de un lado de la plaza al otro, detenidas y devueltas por el
tableteo de las ametralladoras. Muchos de los muertos recibieron disparos por
la espalda a quemarropa o bayonetazos, demostraron las autopsias. La multitud
golpeó a las puertas de la iglesia de Santiago Tlatelolco, pero estas no se
abrieron: el arzobispo había dado la orden de no dejar entrar a ningún
manifestante. “… Extracto
tomado de : http://www.lafogata.org/mexico/mexico10.htm
Esa noche llovió copiosamente en DF.
lavando la sangre derramada en la Plaza de las Tres Culturas donde cientos de
jóvenes, madres y padres de familia, obreros, trabajadores, y niños fueron
sacrificados a manos del gobierno del Lic. Gustavo Díaz Ordaz, bajo las
supuestas órdenes del Lic. Luis Echeverría Álvarez, quien le sucedió al trono
presidencial a Díaz Ordaz pareciendo esto para algunos mexicanos, como un
premio otorgado por la masacre.
Jóvenes como tú, que perteneces a
la Preparatoria Central, luchaban por
sus ideales y terminaron siendo sacrificados. No hay justificación para tan
espantoso crimen. Desgraciadamente este crimen mayúsculo ha quedado impune
porque después de 30 años no es posible juzgar a los sospechosos. Así son las
leyes en México, así somos los mexicanos. Después de 10 días de la masacre de
Tlatelolco, los mexicanos asistieron cómodamente a las Olimpiadas para vitorear
a sus compatriotas con el grito de:
¡Viva México!
Por: Sylvia Ortiz
Fuentes consultadas:
Libro: Regina, 2 de Octubre no se
olvida
Antonio Velasco Piña